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Poeta, místico, contador de historias… nombres y adjetivos que llenan las páginas de entrevistas y adornan los reportajes sobre Vicente Gracia, pero sus ojos y el chispazo de luz que desprenden, cuentan mucho más.
Poeta, místico, contador de historias… nombres y adjetivos que llenan las páginas de entrevistas y adornan los reportajes sobre Vicente Gracia, pero sus ojos y el chispazo de luz que desprenden, cuentan mucho más.
Vicente Gracia, como el ADN de la nano partícula, recoge el mundo y su belleza en una gota de agua, una gema cristalizada en el transcurso de milenios, y con ella nos cuenta una pequeña historia, apenas apreciada por un observador sin tiempo: el ruiseñor que bebe en una hoja, el león y el carnero que sostienen el mar, la elegante gacela…
Durante un par de meses me dispongo a entrar en el creador, en ese instante de fuego que genera una historia, la que luego plasma en sus joyas, diseños exclusivos que han hecho las delicias de las sucesivas directoras del Vogue, o de las esposas de los príncipes arábigos, mujeres que viven la poesía de las Mil y una noches mientras se doctoran por Oxford o Yale.
Ha sabido entrar en el corazón y la poesía que anida en el pecho femenino y me dispongo, durante unas cuantas tardes, a penetrar en ese mundo y descubrir, además de su vida y milagros, esa intimidad que alumbra la creación.
“En la tradición sufí, alguien que limpia su espejo es capaz de reflejar la presencia de lo divino” comenta desde su sancta sanctorum, un estudio con tres balcones a la calle valenciana de la Paz, por los que entra una luz tamizada que se refleja en los espejos, las estrellas de cristal, los tapices y el artesonado, sobre los innumerables objetos de cerámica, marfil y plata que representan perros, dragones, caballos alados, elefantes, golondrinas…
Huele a incienso, la tarima de madera está cubierta por varias alfombras persas que mullen cada uno de nuestros pasos. En el aire, además de las especies aromáticas suena el laúd y la cítara de Eduardo Paniagua mientras la voz de Grian va desgranando los versos de Rumi a ritmo de pandereta. En un ambiente tan cálido Vicente Gracia va encontrando el hilo que le lleva desde la casa familiar, el universo femenino de su infancia, hasta el palacio kuwaití que alberga su brazalete “El Río de la Vida”, posando la memoria en distintos momentos de su recorrido.
La facilidad con la que entra y sale del presente y el pasado, y la conexión con las mujeres, sus principales clientes, se explican a partir de esa infancia rodeado de su madre y sus tías en torno a la máquina de coser de su tía Manolita cuando se sucedían las tardes escuchando la radio (el consultorio de la señorita Francis) o a una de sus tías relatando la última película del cine de barrio. Se considera afortunado por haber vivido ese universo femenino entre risas, bocadillos de nocilla e historias en valenciano.
De la casa familiar al taller de joyería de su padre, donde se restauraban las piezas históricas de la aristocracia valenciana, Vicente Gracia se crió en Ruzafa, un barrio popular del centro de Valencia donde se concentraban los teatros y la vida nocturna de la ciudad.
Un universo que le permite acariciar una joya y concebirla en el instante que escucha los deseos de la persona que acude buscando algo especial.
Del chiquillo juguetón y siempre sonriente al joven inquieto de la Movida que hacía pandilla con los hermanos Errando (los menores del clan Mariscal), los Duato…, que realizaba sus primeros diseños de joyas, los “Supersónicos del Cutrelux”, con fragmentos de cobre y transmisores de radio y vendía todo ello en “El Señor del Caballito”, la tienda underground de moda que reunía a lo más granado de Valencia. Empezaban entonces a despuntar Francis Montesinos y Valentín Herráez, Javier Mariscal, Ouka Lele, Nazario y el Hortelano, a quienes admiraba y seguía, y Pedro Almodovar, Alberto García Alix y Gorka Duo, cineasta y fotógrafos a los que encargó trabajos cuando no eran conocidos.
Comenzó su formación como diseñador tras asistir durante tres años a la Escuela Massana, en la Barcelona de la transición, donde tuvo como profesores a Joan Miró y Antoni Tapiès y cuyos exámenes de ingreso los realizaban estudiantes del último año.
“La Escuela Massana era una escuela municipal de diseño con enseñanzas no oficiales. Al no estar controlada por el Estado era muy libre y creativa. Viví una Barcelona muy auténtica, del bar Absenta, de los cafés libertarios, una ciudad portuaria, abierta, cosmopolita, golfa y cañí, llena de bares de emigrantes andaluces, y gitanos rumberos, con las Ramblas llenas de striptease y travestis, lo que no se veía en ningún sitio de España. Imaginaba que así debía ser el París de entreguerras. El mejor caldo de cultivo para todo lo artístico.”
La “vida cuartelera”, como él resume los tres años de formación y jolgorio en la Barcelona de principios de los 80, finalizó con una hepatitis que le obligó a volver a Valencia. Tres meses interrumpidos por el regalo de un viaje a Japón al que no pudo renunciar y que le dejó extenuado. Durante los siguientes meses no salió de su habitación ni de su cama. Dibujó cientos de bocetos, creando “El Reóforo”, la colección futurista con la que ganó el Premio Nacional de Diseño (1986) convocado por Enrique Tierno Galván, el alcalde de Madrid.
Esto le permitió conocer a la elite de creadores que surgió con la recuperación de las libertades en un momento significativo de la historia reciente de España. A partir de la obtención del Premio Nacional de Diseño empezó a trabajar y a relacionarse con un grupo distinguido de artistas: pintores, escritores, diseñadores, cineastas, fotógrafos, actores y músicos de la Movida, el espontáneo resurgir de una cultura joven y pujante, democrática y desvergonzada en la España de la Transición. Valencia, junto con Barcelona y Vigo, daban la réplica a Madrid donde se escenificaban los mejores happeningsdel momento.
El joyero y escultor Manuel Carrera, creó el Espacio 12 que integraba a diseñadores de joyas con un lenguaje propio: Joaquín Berao, Chus Burés, Montse Guardiola, Oriol Bohigas, Lucía Dominguín, Ana Saura, Antonio Ibáñez y Vicente Gracia, al que consideraba su “bisoño”. También incorporó a Paloma Picasso que en ese momento diseñaba para Tiffanys y daba un carácter internacional al grupo.
La Feria de Valencia pronto se apuntó al carro de la modernidad y creo Fijova que fue la primera feria de joyas de España, adelantándose veinte años a Madrid y Barcelona. En Fijova, Gracia reunió a sus compañeros de Madrid y a otros artistas para crear los “Cuadernos de tendencias de joyería” que se distribuyeron con bastante rigor a toda Europa.
“Fijova era muy generosa: el vídeo de promoción se lo encargamos a Almodóvar, que entonces no era nada conocido; las fotos a Alberto García Alíx, en ese nivelazo. Cualquier cosa que se nos ocurriera tenía respaldo por parte de ellos. Nos subvencionaron proyectos como el de Honeymoon para celebrar la boda de la estatua de la Libertad de Nueva York con la estatua de Colón de Barcelona y reunimos el agua de los 7 mares en anillos de metacrilato con remaches de plata y oro diseñados por Chus Burés, y en el que participamos Antonio Ibáñez, Antonio Romero, Joaquín Berao, y yo, y que se presentaron en Barcelona y Nueva York, como un encuentro entre el Nuevo y Viejo Mundo”.
Es un tiempo de efervescencia cultural que corresponde con un país que sale de su aislamiento y empieza a crear en libertad. Carmen Alborch, que regentaba la Galería Temple, crea en Valencia “Alhaja” donde vende sus creaciones de plata Vicente Gracia, mientras se abre en Madrid “Plata Viva” y en Barcelona “Hipotesi” joyerías con las tendencias de los jóvenes creadores.
Alborch, tras ser nombrada Ministra de Cultura, ofrece el traspaso y dirección de la nueva tienda a Vicente, que tuvo que renunciar a ella para mantenerse en el negocio familiar.
“Tuve la suerte de que me podía ganar la vida, que ganaba dinero al margen del negocio de mi padre. Usaba el taller pero la tienda de mi padre era una tienda clásica, buena. Fue un momento de bastante tensión para mi porque me había comprometido con Carmen Alborch pero mi padre no quería perderme y creó un nuevo espacio en la calle Paz. En aquella época era una casa antigua y vieja en una calle sin iluminación; era la calle de las prostitutas. Esto era lo antiguo, lo sucio. La gente se iba a vivir al otro lado del río, junto a la Universidad y Viveros. Llegué con mi padre a un entente y vi que en este espacio se podían hacer muchísimas cosas: era magnífico para presentar todo lo que habíamos hecho, porque no habíamos perdido el tiempo ni hecho el faba. Almodóvar era ya un director de cine, Alberto García Alíx un joven fotógrafo. Todos los artistas con pinta de locos al final estábamos contando algo. Ya tenía una caja de resonancia perfecta para darle a eso el nivel que merecía, lo que en esa época era totalmente novedoso. Un cofre hermosísimo para algo que había sido muy callejero. Carmen Alborch se enfadó conmigo, pero siempre fue una señora de quitarse el sombrero. La invité a la inauguración y vino, siendo Ministra de Cultura, al ver el espacio me dijo: Ahora lo entiendo todo…”
Comenzaron entonces exposiciones de las más variadas cuestiones relacionadas con el arte, la cultura, la ayuda humanitaria, la alta artesanía y el mundo de la empresa que reunían los elementos más dispares y aparentemente contradictorios de la sociedad valenciana.
En 1993 reunió a Médicos Sin Fronteras con la Virgen de los Desamparados y el diario regional Las Provincias para la creación de un libro joya que se subastó a favor de la ONG. Dirigió la creación de la portada del libro y el evento, mientras iba descubriendo su fascinación por el simbolismo espiritual y la iconografía religiosa. Encargó la imagen de la Virgen a un taller de antiguos orfebres valencianos que desde el tiempo de los Borgia tallaban los cálices de los Papas. Comprometió a su padre para que pusiera por adelantado 2 kilos de oro y piedras preciosas. Introdujo la luz, el sol, los chacras, el sentido capricorniano que representa la Virgen con las quince estrellas que la rodean. Se talló la primera estrofa del himno a la Virgen valenciana en oro y piedras preciosas.
Poco a poco fue descubriendo un universo propio que mezclaría la tradición de la orfebrería valenciana y mediterránea con un sentimiento espiritual y una gran atracción por la herencia islámica peninsular.
El espacio de la calle Paz sería elegido entre todos los espacios expositivos del mundo, para la celebración del 35 aniversario de la muñeca Barbie, que había sido vestida y fotografiada por los mejores. Vicente diseñó sus alhajas: dos tobilleras, dos pulseras, el collar, los pendientes y las sortijas; y la modista valenciana Lila Albanozzo confeccionó los vestidos. El éxito fue total y durante dos semanas la cola daba la vuelta a la manzana del establecimiento.
También se expuso la Plata de los Zares de Rusia, una exposición con exquisitos autómatas de Suiza, juguetes que se movían, cajitas de música, las joyas de Lluis Masriera y las pinturas de Segrelles…
“Era una manera de mostrar que el mundo de la joyería no era solo un tema de elite y de ostentación social sino que detrás había un componente cultural muy importante. Era coger el punto de la altísima artesanía donde todo es único.
Es lo que me apasiona de este trabajo, ese punto del objeto creado como algo maravilloso, que adquiere vida propia y se mantiene como reflejo del gran mundo”.
Tras la muerte de su padre en 1996, llegó el momento de abrirse al mundo y comenzó su carrera internacional, apoyado por Sergio Carrión que se incorpora al equipo. En Italia de la mano de Vogue Giogiello, es invitado a exponer en Porto Cervo y Milán.
“En el Salón de Milán conocimos a Susanna Benussi que también diseñaba joyas y que nos ofreció participar en su tienda de Montenapoleone, la calle del diseño en Milán, un escaparate al mundo, en cuyos bajos se ubicaba el mejor establecimiento para gourmets con camareros perfectamente vestidos; todavía recuerdo el aroma que nos llegaba de la trufa blanca y de los manjares de Italia. Gracias a ella compartimos mesa y amistad con Gian Franco Ferré, Búlgari, el dueño de Pomellato, y disfrutamos de la belleza y hospitalidad de los italianos”.
Invitado por las directoras de Vogue y por el entusiasmo que suscita entre las mujeres italianas, monta un stand en el Salón de Milán que reproduce la Puerta del Perdón de la mezquita de Córdoba, y en su interior, cubierto de alfombras y tapices, un bazar moro con Gracia como un auténtico mercader valenciano.
“Cuando llegó la fiesta colocamos todas las joyas sobre las alfombras y los kilims: toda la alta burguesía milanesa y las señoras marquesas, encantadas, sentadas por los suelos, jugando con los collares, las perlas, los brazaletes como las princesas de las mil y una noches.”
En Porto Cervo exponen en dos ocasiones e invitados por el anticuario Carlo Ferrero Zendrini y la Marquesa de Frescobaldi en el Hotel Cala di Volpe, creado con todo el refinamiento por el Agha Khan. “Un espacio único y desenfadado frente al Mediterráneo donde si echabas un vistazo a la mesa de al lado, podías encontrarte a James Bond tomándose un martini” señala Gracia.
Durante un viaje por la India conoce al coleccionista de joyas Sultán Singh Backliwal y es invitado por la dueña del Belgravia, el más exclusivo salón de belleza londinense, a participar en una exposición benéfica en Londres.
“La exposición funcionó muy bien y nuestra anfitriona nos habló de una cena benéfica muy importante para la que debía donar una joya. Sin dudarlo elegí el anillo “Fuente de la Alhambra” que siempre nos había traído mucha suerte.
En esa cena, a la que acudió la Familia Real y que fue transmitida por la BBC, mi pieza fue colocada junto a una pieza que donaba Christie´s, la casa de subastas. El jefe del departamento de joyería de Christie´s, John Souglides que asistió a la cena, la reconoció y se interesó por mi obra. La periodista valenciana Emma Roig, organizó un té en su casa de Kensington para que nos conociéramos. Hasta ese momento se subastaban piezas de los años 30 y 40: piezas decó, trabajos de Van Cleef, de Cartier, pero Christie´s estaba organizando una nueva sección de subastas incorporando a diseñadores de joyas contemporáneos porque estas mismas casas estaban creando sus propios museos. Lo que querían era estimular el coleccionismo de joyas contemporáneas que no se había dado hasta el momento. El encuentro con John Souglides fue toda una odisea. Hube de aplazar mi regreso a España para asistir a la fiesta y cuando llegué, tarde pues mi taxista se había perdido, todos los invitados ya se habían marchado y Souglides se había disculpado por no poder asistir, pero pude hablar con él y me aseguró que el 1 de febrero me llamaría. Faltaban al menos seis meses y aquello era una esperanza muy difusa. Pero efectivamente, el 1 de febrero, tras realizar con éxito la primera subasta de joyas contemporáneas en Dubái, el jefe de la casa de Christie´s, me llamó y me invitó a participar en la siguiente subasta”.
La subasta se celebraría en 2008, también en Dubái, junto a las joyas de Liz Taylor. Gracia presentó el brazalete “El Río de la Vida” que con un precio de salida de 46.000 dólares alcanzó un precio final de 146.000. Desde entonces y hasta nuestros días, las creaciones del joyero valenciano forman parte de las subastas anuales de Christie´s.
“Es el influjo de la cultura islámica, nuestra herencia, unido al mundo de lo poético. Desde un punto de vista legendario cuando se habla del ruiseñor y la rosa o del río de la vida, también me inspiro mucho en la literatura sufí que tiene una fuerza increíble. Es revisitar un material que para mi está vigente completamente. Esto es lo que detectaron en Christie´s, esta originalidad, esta fuerza”.
La singularidad, la belleza y la alta calidad de sus creaciones le han consagrado un espacio en los más exclusivos salones de joyería, desde Barneys en Nueva York, hasta Octium, de la Familia Real Kuwaití. Desde Juliet de la Rochefocauld que lo incluye en su libro como uno de los mejores creadores actuales de joyas, hasta formar parte de “Quintessentially”, el catálogo con las más exclusivas creaciones del coleccionismo actual, reunidas por Tom Parker, el hijo de Camilla Parker-Bowles.
Para Vicente Gracia es fundamental la inspiración de los poetas sufís, el persa Rumi e Ibn El Arabí, nacido en Murcia y criado en Sevilla, que fueron contemporáneos en el siglo XIII; Ibn Hazm, poeta cordobés del siglo X que escribió “El collar de la paloma”, el primer libro de amor cortesano, y Hafiz, músico y poeta sufí persa del siglo XIV. También se ha inspirado en “El Sueño del Polífilo” (s. XIV), de Francisco Colonna, un libro hermético que pretende abarcar toda el saber universal contándolo a través de un sueño y de los jardines, y que descubre un gran conocimiento técnico de orfebrería y del mundo simbólico. Todos ellos han inspirado esos pequeños mundos de poesía que consiguen transmitir los sentimientos más auténticos y profundos que alberga el alma humana.
“El padre de una novia de juventud, un industrial valenciano, me pidió que creara la primera joya, y me dijo: quiero que transmitas a mi mujer todo lo que siento por ella. Le hice un collar de aventurinas con un zafiro central y una pieza de oro que contenía un poema amoroso. Siempre, en los momentos importantes, ha habido una piedra: esto era de mi bisabuela, esto…te acompaña toda la vida… o simplemente es un regalo amoroso.”
“Cuando veo este tipo de trabajos, me doy cuenta de la fuerza que pueden tener y tengo un don, entonces lo imagino enseguida, es como si me lo soplaran. Hace unos días estuve con la viuda del cineasta Bigas Luna y me pidió un cofrecito donde guardar sus cenizas y le dije: Tú tienes la fuente y tus hijas las lunas, aparte del nombre, porque ellas son lunas. Y la fuente es la fuente de la vida y ahí vamos a meter las cenizas de Bigas, metidas dentro de un pequeño cristalito de cuarzo. Y luego ya de camino pensé, y un rubí lo vamos a meter también. El rubí es la pasión de la vida. Entonces mejor que el rubí no lo va a representar nada. Es esa gotita de sangre española”.
“La palabra joya viene del francés joie, que también significa alegría, la alegría de vivir”.
“Siempre que hay un cambio en el cuento es porque aparece una joya, un anillo o un talismán, o de repente esa joya aparece o desaparece y hace ¡clac! y aparece otra historia. La vibración que puede tener una joya en sí da mucho pie para cargarla de significado y encima con eso rescatar una parte de nuestra historia y como dice Antonio Machado: todo lo tuvieron y todo lo perdieron. Tengo el alma del nardo del árabe español que todo lo tuvieron… Estoy muy orgulloso de pertenecer a esta cultura, de entender a todos estos místicos, todo ese refinamiento espiritual, cómo el hombre, el ser humano logra un nivel de conexión con cosas muy valiosas para la vida misma a través de un trabajo de joyería. Me he dado cuenta que las piezas por si mismas van donde tienen que ir. Fluyen y se colocan. Sé del poder que tienen esos objetos. Hay frases, hay geometrías, tienen el perfume de una historia: el ruiseñor y la rosa, la luna, las estrellas de ocho puntas…escribir un poema o el fragmento de una oración; son frases muy potentes como el verso del trono que representa la energía del universo y cuando las grabo, lo hago con toda la consciencia de su poder y de su carácter sagrado”.
Tiene un conocimiento profundo de las propiedades energéticas de una piedra y de sus propiedades sanadoras o terapéuticas. Pero también del simbolismo que encierra todo el arte religioso y energético: poner una estrella de ocho puntas, que es la expansión del alma, usar una palmera que es el árbol del conocimiento. Usa analogías que son muy poderosas, como las fuentes, los pájaros los peces, la galaxia, las estrellas. Realmente es un universo una atmósfera….
“He comprendido que mi lugar en este mundo es ser una mancha de aceite y que desde un lugar como éste mi cometido es extenderla y comprender una cultura y comprender el trasfondo de cómo es la personalidad de los valencianos con una proyección internacional que pueda dar a entender un nivel más brillante y más luminoso como lo fue el pasado de los mercaderes valencianos”.
Desde su mesa de diseño, al mundo. El papel de gramaje se confunde con los dibujos, los objetos, las plumillas y acuarelas, la música y los poemas de Rumi, el pasado de esplendor de la Lonja y la Ruta de la Seda, los posters de Vogue Giogiello y las hornacinas con las más delicadas composiciones. En medio, Vicente Gracia y su nuevo equipo, dirigido por Juana Roig. En el inmediato pasado las últimas exposiciones en Dallas, en el Museo Nacional de Cerámica de Valencia y en el hotel con más estrellas del mundo, el Burj Al Arab de Dubái y en el inmediato futuro muchos proyectos, una nueva imagen y una caravana repleta de objetos preciosos, alhajas, víveres, tapices y experiencias para seguir recorriendo los caminos de la vida.